SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

¿Existe un proyecto obrero sobre la ordenación del trabajo? .-

¿Tienen los obreros un proyecto propio sobre la ordenación del trabajo, de la producción?

Los obreros que se apuntan al proyecto de los empresarios (que son muchos) y lo consideran como un proyecto compartido, es que renuncian a un proyecto propio. Las organizaciones obreras donde predominan estos obreros y en las que dominan estos puntos de vista, son organizaciones que no tienen un proyecto propio, distinto del de los empresarios.

 

La socialdemocracia es el conjunto de organizaciones sindicales y políticas de los trabajadores, que no muestran un proyecto propio, sino que participan en la ejecución del proyecto de los empresarios. Es decir, se limitan a gestionar la reproducción de un proyecto ajeno, el de los empresarios.

Observaremos que, al igual que los empresarios son quienes dirigen la producción, y sus organizaciones son las que dirigen las instituciones; en el caso de los trabajadores, ellos, los obreros, son los que ejecutan los trabajos de la producción, y sus organizaciones, son las que colaboran en la reproducción, como instituciones que son.

Es importante distinguir los distintos escenarios: la producción (empresarios y trabajadores), la reproducción (las instituciones y las organizaciones de empresario y obreros). Así como las distintas funciones: en la producción (los empresarios dirigen y deciden, los obreros obedecen y ejecutan); en la reproducción (las organizaciones de los empresarios dirigen las instituciones, las organizaciones de los obreros colaboran en el buen funcionamiento de las instituciones).

Hemos dicho que las organizaciones sindicales y políticas socialdemócratas no “muestran” un proyecto propio. No que no lo tengan, sino que no lo muestran como proyecto propio; por no tener bien acabado el dibujo del mismo, o por no estar convencidos de que puedan disponer de los medios suficientes y apropiados para poder llevarlo a la práctica.

Por lo tanto, diferenciaríamos, entre las organizaciones obreras norteamericanas más importantes, que tienen como propio el proyecto de las organizaciones empresariales de ese país, y las organizaciones obreras socialdemócratas europeas. Las americanas, hace mucho tiempo que renunciaron a todo lo que suene a socialismo o comunismo; mientras que las organizaciones obreras europeas, no solamente conservan sus señas de identidad socialistas y comunistas en sus nombres, sino que tienen a flor de piel su anticapitalismo, es decir, su poco apego al proyecto de los empresarios.

No perdamos de vista que, durante un largo periodo de tiempo, setenta años, tomaba cuerpo en un no pequeño número de países, el que se tuvo por proyecto comunista-socialista: el comunismo ruso.

La desaparición, por voluntad propia de sus protagonistas, de este modelo, dejó la impresión en todas las organizaciones obreras europeas, de que se carecía de modelo propio, y por tanto, no quedaba otra salida, de momento, que agarrase al proyecto de los empresarios; procurando, eso sí, que los obreros salieran en él lo menos malparados que fuese posible. A esto le han llamado la socialdemocracia, y se ha pretendido hacer creer que se trata de un proyecto alternativo al de los empresarios.

Nosotros sabemos que, en todo caso, se trata del modelo de los empresarios, o sea, no se trata de ningún proyecto de los obreros.

 

El modelo obrero, el proyecto de organización del trabajo por parte de los propios trabajadores, tiene, al igual que el proyecto de los empresarios, dos escalones.

El primer escalón se sitúa en la producción. Y consiste en ordenar el trabajo: decidir las tareas a realizar, la forma de realizarlas, dirigir todo el proceso, y disponer el destino que se da al producto obtenido.

El instrumento indispensable para hacerse con esas funciones que acabamos de relacionar, es tener en propiedad todos los medios materiales que se utilizan en el trabajo.

El rey de la producción, como vemos, es el propietario de las condiciones materiales de esa producción. Eso quiere decir, que para convertirse en los reyes de la producción, los obreros necesitan tener en propiedad los propios instrumentos que utilizan en su trabajo.

El segundo escalón se sitúa en la reproducción. Es lo que en otro momento hemos llamado las condiciones generales de la producción: las comunicaciones, el transporte, el intercambio (la Bolsa, Notarios, Registros, Corredurías), los Tribunales, la policía, la sanidad, la enseñanza. Sin estas condiciones, los procesos de trabajo no pueden repetirse, reproducirse “pacíficamente”, no pueden crecer.

Este es el mundo de las instituciones. Su funcionamiento es esencial para cualquier tipo de producción. Es igual que a la producción le dé forma el proyecto de los empresarios o de los obreros, las instituciones le darán vida y permitirán su reproducción continua. Para eso, precisamente, están las instituciones.

Es lógico que las instituciones estén dirigidas por quien dirige la producción, es decir, por quien posee en propiedad los medios materiales de ésta, dado que se trata de llevar a buen fin los procesos de trabajo que la componen.

Como hemos visto ya, que las instituciones, aunque son movidas por sus propios trabajadores, la dirección en sus funciones las señalan los partidos políticos, cuya función más importante es precisamente ésta; el instrumento indispensable para dominar este segundo escalón, es un partido político propio, que encauce la dirección de todas las instituciones en pos de los objetivos, de las metas, que señala el proyecto propio.

Este, podríamos decir, que sería el bosquejo, las líneas gordas, de la visión de los obreros y de sus organizaciones, sobre la ordenación de su trabajo y de sus condiciones de vida.

Este sería el envite para millones de obreros jóvenes que, en el mundo entero, pueden comenzar a operar en los dos escalones que acabamos de ver. En el primero, manejando, tratando (mejor dicho) de manejar sus propios medios de trabajo, por escasos o toscos que sean, y creando con las propias manos, con la propia inteligencia, los medios propios de vida. Ninguna escuela, ninguna Universidad, enseñará mejor a situarse en su entorno a los jóvenes obreros, que el trabajo junto a los compañeros para irse creando sus propios medios de vida, su propio lugar en la sociedad en que viven.

Y en el segundo escalón, acompañando desde el exterior de la producción, los esfuerzos cada vez más numerosos, más consistentes, de organizar ésta contando sólo con los propios medios de los trabajadores, en las empresas de trabajo colectivo por cuenta propia.
Si la dirección de las instituciones es tarea propia de los partidos, el partido o los partidos de los trabajadores, es el lugar apropiado para que su visión de la producción y de las instituciones, se corresponda con estas líneas gruesas que hemos reseñado.

La existencia de un proyecto propio de los obreros, viene así a convertirse en uno de los primeros puntos sobre los que un partido obrero debe tener una posición clara.

Es en este punto, precisamente, en el que el socialismo-comunismo, con las ayudas teóricas marxistas, y con las experiencias vividas, particularmente la del comunismo ruso (chino, coreano, vietnamita, cubano), y la socialdemocracia europea, puede aportar indicaciones muy importantes sobre la validez y la importancia de esta nueva puesta en práctica del núcleo central de toda la teoría y la práctica socialista-comunista a lo largo de toda su existencia: alcanzar la propiedad de los medios de producción por parte de los obreros mismos. Y esta nueva práctica, puro socialismo, está pasando inadvertida para los partidos obreros, españoles y europeos. Ninguno de ellos presenta, efectivamente, al cooperativismo como el ensayo socialista más puro, y más prometedor de cuantos hemos conocido en la historia. Y estos desenfoques se pagan caros. Los pagan caros los obreros.

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